Remake sucesivo, el derecho de nacer

agosto 05, 2020


Hay algunos principios de la vida y el arte que no se discuten. Para eso son principios. Sin embargo, es extraño comprobar cuánto se venera un urinario, ubicado casi clandestinamente en una galería en el ya lejano 1917 bajo el inocente nombre de Fuente, y percibir la mueca, el desconcierto y el escándalo provocado por nuestra más reciente muestra. Es muy extraño, entendemos a Marcel Duchamp, Andy Warhol o Piero Manzoni, pero no entendemos Sucesiva.

  La pregunta entonces es si los actuales rumbos de Dentro del juego son variante del fakeart contemporáneo o segmento diferente en la evolución de las prácticas artísticas villareñas. Nuestra respuesta es rehacernos. Tras un ciclo que comenzara en junio de 2019 con Poética y pragmática –Arche Galería, UNEAC, Santa Clara–, para luego ampliarse en Jardines invisibles –Galería Galiano, Fondo de Bienes Culturales, La Habana–, en agosto de ese año; Sucesiva, sencillamente, fracasó. O, para no ser tan absoluto, no logró lo que nos propusimos. 

  Resulta que también en nosotros el peso de la tradición nos condujo al habitus de la calculada simetría. Pretendiendo superar cierta creación enajenada del contexto artístico y vivencial contemporáneo, regresamos a ella desde nuestras propias inconsecuencias. Quisimos quemar las naves y plantear un extrañamiento. Imaginamos un proceso de catarsis inversa en un mundo cada vez más estetizado y en el que el arte cada día es menos bello -o al menos no parece serlo. Sobre esa paradoja intentamos abandonar el arte como ficción para devolver la realidad al espacio ficcionalizador del arte. Puestos frente a los hechos teníamos dos caminos: aceptar nuestra derrota –creyéndonos quizás descubridores de aguas calientes–, o saltar al vacío. Esto fue lo que hicimos nuevamente. 

  El punto de llegada ha sido nuestra primera obra estrictamente colectiva. También por vez primera la apuesta es grupal sin cortapisas; contaminando obras, discursos, matices e incluso, creando sugerencias y sentidos imprevistos. Museografía multidireccional, implosiva al tiempo que explosiva, excéntrica más bien, confirmó al fin lo que en 2015 era utopía: la curaduría colectiva no es solo alternativa para una mejor gestión de las artes visuales villareñas, es también motor que dinamiza nuestras prácticas artísticas.

  Remake sucesivo –fruto directo y cierre de las tres muestras precedentes– no rinde culto al anarquismo naïf y tampoco a la hipocresía que solo acepta lo legitimado. Crear en los márgenes del caos demanda tanta disciplina y pasión como en cualquier era precedente. Nuestra asunción de la posproducción es mucho más que vocación de actualidad. El comunismo de la forma no es oportuna etiqueta, es abandonar principalías inútiles, jerarquías de algodón, para ensayar la obra total. Conservar el arte en el holocausto de lo provinciano, esquivar la incomprensión como argumento, como refugio o ritual de la ignorancia, es abrazar la producción de sentidos, no la de objetos. Somos solo un infinito fragmento de un fragmento, el artista detrás del artista.

 

Santa Clara, febrero 24 de 2020

Roberto Fernández Blanco

 

 

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